sábado, 17 de abril de 2010

Ana Bravo: Introducción a su edición y traducción de “La trágica historia del Dr. Fausto”, de C. Marlowe. Bs. As., Biblos, 2009. Pág. 29

(…) El primer relato popular de que se tiene noticia apareció en Francfort, en 1587, sin nombre de autor y bajo el título de Historia del doctor Johann Faust, célebre mago y encantador. Además de ser su autor desconocido, el texto mismo supone la existencia de otros anteriores y adolece de cierta vacilación, puesto que se trata de una serie de anécdotas yuxtapuestas y agregadas según su éxito popular. Incluso la personalidad del protagonista aparece como dividida y falta de coherencia, alternando lo intelectual y lo cómico con la profundidad trágica que surge hacia el final del hombre condenado. Alrededor de Fausto se han agrupado sinnúmero de tradiciones latentes en el folclore de la época y atribuibles a la figura del mago.




La magia gozaba de prestigio entre los sabios de entonces y muchas grandes figuras ostentaron el calificativo de brujos, aún entre los hombres de Iglesia, para cuyo genio no se encontraba explicación natural suficiente. No es que la magia en sí misma fuera admirada por el mundo de la cultura, sino que en el siglo XVI la distinción entre ciencia y magia no resultaba del todo clara y esto se ejemplifica muy bien cuando Fausto dice estudiar astrología en lugar de astronomía, o igualmente en el tenue filo entre alquimia y teología mística. El cristianismo descalificaba las actividades mágicas puesto que implican una alianza con los poderes del mal, tema inscripto desde antiguo en la tradición religiosa judeo-cristiana. El pueblo, terreno fértil para la creencia sobrenatural, acostumbrado a las sombras del demonio y ya hecho a la cacería de brujas, se siente atraído y al mismo tiempo repelido por la figura del mago y disfruta tanto como se aterroriza con las correrías de Fausto, que encienden la pasión de lo prohibido. Este Fausto popular atestigua la crisis de un mundi dividido, que oscila entre el saber y la superstición y ve temblar las estructuras mentales resguardadas por la Iglesia durante la Edad Media. Desde el punto de vista religioso, corresponde a la Reforma protestante por su escasa fe en la voluntad del hombre y su clara intencionalidad antipapista. Este aspecto se modifica con Marlowe, quien profundiza la dimensión religiosa de la obra y pierde toda reminiscencia luterana, reubicando el conflicto en un plano de cristianismo universal, sin abandonar por supuesto la sátira anticatólica.
Con el tiempo, el Fausto del siglo XVI irá cambiando de sentido. Lentamente despojado de su miseria, se ha convertido, especialmente después de Goethe, en la figura del moderno Prometeo, un titán que lucha por la libertad del hombre y resume las inquietudes propias de los tiempos nuevos. (…)

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