sábado, 17 de abril de 2010

Ilse M. de Brugger. Breve Historia del Teatro Inglés. (Editorial Nova, Bs. As., 1959)



(…) La obra que siguió (1) al Tamerlán no fue menos importante que la primera. The Tragical History of Doctor Faustus (La trágica historia del Doctor Fausto) llevó a las tablas (y lo trascendente es que lo hizo por primera vez) un argumento en que tambien se había manifestado el espíritu de la Edad Moderna, ya que Fausto, si bien tiene ciertos antecesores medievales, es un típico hombre renacentista y sólo imaginable como producto de la nueva forma de pensar. Marlowe debe haber conocido la versión inglesa del libro popular sobre Fausto que el impresor Juan Spiess editara en 1587. El drama de Marlowe ha sido comparado con la ruina de una hermosa catedral gótica, ya que la obra tal como la conservamos, no puede en todas sus partes, pertenecer al mismo autor. Ciertos agregados jocosos o pesados hacen suponer la intervención de otra pluma mucho menos genial. Hay defectos demasiado obvios como para ser discutidos pero esto no obstante, Marlowe siempre tendrá el mérito de haber transformado una historia más bien burda en que se acumulaban episodios aislados, en tragedia relativamente concisa con pujante vida dramática que sólo en algunas partes cede su lugar al más atenuado flujo episódico (deficiencia ésta que probablemente no se debe achacar a Marlowe).
En sus manos la historia del hombre que pacta con el diablo se convirtió, por lo menos en principio, en tragedia de un alma humana empujada por sus ansias. Fausto aun cuando no es siempre consecuente, se debate en íntima lucha e insatisfecho de lo que el hombre puede alcanzar, tiende hacia una superación aun cuando, una vez hecho el pacto, degenera en barato charlatán. Pero al comienzo, cuando se muestra insatisfecho con lo que pueden ofrecer las ciencias, y en el transcurso de la obra, cuando discute con Mefistófeles acerca del cielo y el infierno, o al final, cuando lucha desesperadamente contra su propia perdición en una escena que pertenece del todo a Marlowe, en estos y otros momentos el protagonista se convierte en símbolo de hondas ansias y preocupaciones tal como resuenan en la desesperada exclamación: “A pesar de todos sigues siendo Fausto y un hombre”.
La historia del doctor Fausto agitó, sin duda, la opinión pública. Tan sólo así se explica el que Richard Bancroft, un predicador de la corte, ventilara en uno de sus sermones, la idea de que el diablo puede aparecer también en la figura de la Helena griega. Bancroft suponía evidentemente, que sus feligreses conocían el drama de Marlowe. En los círculos puritanos circulaba también un relato significativo según el cual, durante una función de teatro, Satanás en persona se habría presentado en el escenario con el correspondiente horror de actores y público a un punto tal que algunas personas perdieron la razón. (…)


1) La cronología de la obra es poco segura. Cfr. Boas, F. , Crhistopher Marlowe, Oxford, 1940.

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